A principios del mes de enero estuve una mañana en una zona colindante con las golas de las Encañizadas que están situados al norte de la Manga del Mar Menor y al Sur de las Salinas de San Pedro del Pinatar (Murcia, SE de España). Estas golas o canales son uno de los puntos de comunicación de las aguas del Mediterráneo y las del Mar Menor, que fluyen en un sentido u otro principalmente por los vientos. La Encañizada es un arte de pesca de trampa muy singular y emblemático del Mar Menor que existe desde tiempo inmemorial.
En esta zona hubo dos la del Ventorrillo y la de la Torre, está última fue recuperada hace ya algunos años y la restauración fue fiel con el diseño tradicional. Es realmente un tema muy interesante que me apasiona por lo que con más detalle le dedicare en este blog un artículo específico en el que espero abordar también aspectos gastronómicos relacionados de gran trascendencia. Porque es aquí donde un fenicio nacido y criado en San Pedro del Pinatar, entonces conocida como “Sal Stagnum Rosea Flamingos”, desarrollo el arte de prepara las huevas de mújol en salazón y posteriormente transfirió la tecnología a Cagliari; esa es al menos mi teoría (ver Los flamencos urbanos de Cagliari (Cerdeña) y la hueva de mújol que un fenicio de San Pedro del Pinatar introdujo en la isla).
Este artículo, igual que en ocasiones anteriores y futuras, se lo dedico a una de mis especies preferidas dentro del grupo de las aves, el flamenco rosa. ¿Se habían ya dado cuenta?. Quizás esto sea así porque llevo casi treinta años viéndolos en las salinas de San Pedro del Pinatar en los charcos que colindan con la carretera que lleva al puerto, y siempre me alegran el espíritu.
Ese día al que me refería al comienzo de este texto estuve en la parte sur de las encañizadas, es decir al final de la Manga del Mar Menor, en la primera gola que te encuentras y en los Escull, en donde pude observar dos grupos pequeños de flamenco rosa. El primero estaba en el canal situado más al Sur y en una zona más próxima al Mar Menor. Era un grupo formado sólo por cinco ejemplares, cuatro adultos con su coloración rosada y un juvenil con el plumaje gris. Estaban alimentándose activamente con la cabeza sumergida y la parte dorsal del pico en el fango, el cual es bombeado dentro de la boca por la mandíbula inferior y a través de las hendiduras que tienen en el pico superior, la lengua con unos salientes actúa como colador. De esta forma ingieren pequeños moluscos, gusanos, crustáceos como camarones y plantas acuáticas y, al parecer, son los pigmentos carotenoides de los crustáceos los que aportan el color en el plumaje.
Allí estaba yo, disfrutando de una mañana soleada de invierno, brillante y nítida debido al viento del Norte, observando el espectáculo que la naturaleza gratuitamente me estaba ofreciendo cuando de repente, en lo alto, apareció un grupo de gaviotas alborotadas y “chillando” de tal manera que alarmaron a los flamencos. Yo no fui la causa, estaba sentado en la base de hormigón de una torre de cables de alta tensión, quieto, silencioso y expectante. Sea como sea, los cinco flamencos alertados irguieron simultáneamente sus largos cuellos y sin “mediar palabra” comenzaron una carrera durante un trecho para levantar el vuelo. Ya en el aire, con las patas y el cuello estirado y batiendo sus grandes alas, lucían espléndidamente, ¡qué espectáculo!, ¡qué belleza!. En principio se dirigieron hacia mi izquierda pero describiendo un recorrido semicircular se fueron hacia más allá de la encañizada de la Torre, donde ya no los podía divisar bien, ni a simple vista ni con los prismáticos. Así que me fui dando un paseo al otro extremo del canal, a los Escull.
Allí en los Escull estaba el segundo grupo de flamenco un poco más numeroso pero en general menos activo. Algunos de ellos estaban echando la siesta y por la hora que era, aproximadamente el mediodía, se trataba de esa siesta que en Murcia se la denomina del “borrego”. Estos ejemplares estaban en la posición correspondiente: sobre una sola pata y la otra plegada junto al cuerpo. Esta postura, no obstante, la utilizan también cuando están despiertos y tiene por objeto conservar el calor corporal. Por las largas patas, que aunque son finas suponen una superficie importante de intercambio térmico, pierden calor; el resto del cuerpo está aislado con las plumas. Este contratiempo termodinámico lo minimizan plegando alternativamente una de las patas y arropándola bajo el plumaje. ¡Qué sabia es la naturaleza!. Establece las leyes de la termodinámica y al tiempo mecanismos que las burlan para que la vida fluya en armonía con el medio en el que se desarrolla. Homérico.
Saludos flamencos,
Una idea sobre “Los flamencos marineros de las Encañizadas del Mar Menor.”
Beñi es un lujazo que nos hayas redirigido a este BLOG tuyo tan interesante y tan natural como somos nosotros … Un abrazo fuerte de otro biólogo enamorao del medio y de Camaron !!
Emilio Gil