Durante este mes de febrero -un año más- he paseado por los almendros que están en los alrededores de la localidad murciana de Corvera, y que ya en esa época están en flor. Allí, el invierno es templado y la floración es temprana porque los campos, ligeramente empinados, miran al mar al que tienen a poco más de unos 30 kilómetros. Este año el período de floración ha sido más corto de lo usual debido a la tremenda sequía, que el pasado año sufrimos en el sureste de la península Ibérica.
INCISO: Amenizaremos la presente con el tema para guitarra de Emilio Pujol “El Abejorro”, interpretado por el maestro lorquino Naciso Yepes. Por cierto, gran orgullo de mi tierra murciana. El vídeo es del canal se Sergio Gasca en YouTube.
Las laboriosas abejas -un año más, revoloteando- allí estaban, alimentándose del néctar y recolectando el polen para, con mucho arte, elaborar la blanca cera y la dulce miel, como dice el poeta. Con su ajetreado vuelo de flor en flor, de árbol en árbol -un año más, muy atareadas- llevan a cabo la preceptiva polinización cruzada para que finalmente, de cada flor, surja la apreciada almendra.
Miel y almendra. Meditaba yo -un año más, entre zumbidos amistosos- que esos alimentos, tan genuinos de la gastronomía mediterránea, ya aliviaban estómagos y deleitaban paladares, mucho antes de que Ulises emprendiera su odisea tras la caída de las murallas de Troya; y de que Abrahán -el padre de judíos, cristianos y musulmanes- emprendiera su peregrinación por el desierto en busca de esa tierra de leche y miel. ¡Qué sería del mundo sin abejas!
Cámara en mano, ojo avizor pero con gafas, y mis técnicas particulares -un año más- allí estuve, con la intención de atrapar esa relación mutualista entre flor y abeja, y con el ánimo de que alguna fotografía reflejara mínimamente la belleza de esos momentos tan íntimos y, por qué no decirlo, tan llenos de poesía.
Paseando entre los almendros -un año más, respirando las fragancias del campo- a mi mente vino un poema, en esta ocasión de Antonio Machado: “Anoche cuando dormía”. En este, el autor utiliza la colmena como símbolo de esperanza para transformar el pesimismo de su alma en alegría; mucho mejor opción la del poeta que caer en la melancolía, atiborrarse a pastillas, o sabe dios que otro disparate.
«Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.«
En casa, frente a la pantalla del ordenador -un año más, con las gafas “de cerca”- me he recreado observado los estambres y el pistilo de la flor; las antenas y los negros ojos de las abejas; las celdas que recubren su cuerpo y que atrapan granos de polen que después, y al azar, se depositarán en el pistilo de otra flor; y las corbículas de las patas traseras portando las pelotitas de polen.
Por cierto, saben, este año he visto las pelotitas más grandes que jamás haya visto. Y me pregunto si sabrían las abejas que este año el período de floración iba a ser más corto y, por esa razón, han cargado más en cada viaje al panal, para hacer así el acopio necesario. Es posible, llevan desde hace muchos años -muchos años antes de que Lucy caminara casi erguida por lo que ahora es Etiopía- realizando su labor y acomodando su ciclo vital a lo que el clima cada año, o cada siglo o cada milenio, tenga previsto. Esperemos que así siga siendo, y que nosotros -descendientes erguidos de Lucy con algunos problemas de espalda- las sigamos viendo … un año más.
Saludos flamencos,
2 ideas sobre “La abeja melífera y la flor del almendro, un año más, miel y almendra. ¡Ah! Y Yepes y Machado.”
Bellísimas imágenes. Me las "quedo" con tu permiso.
Por cierto, cuando hablas de sequía y nosotros con el mes de febrero más lluvioso de los últimos 40 años…
Por supuesto amigo para eso están puestas. El año pasado prácticamente no llovió por el sureste, este año esta lloviendo pero vamos lo normal, ningún disparate.
Saludos flamencos,